Ligera decepción. Lo que en un principio parece ser uno de los complejos retratos poliédricos, al estilo de «Verano», de un personaje (femenino) alter ego de su gruñón autor, no acaba de funcionar como novela debido a la falta de homogeneidad de su estructura. Pretende describir a la protagonista a través de una serie de conferencias o «lecciones» que ella imparte, de desigual interés. En alguna se muestra beligerante en favor de los derechos de los animales, un tanto paranoica con la comparación entre los mataderos y los campos de concentración. En otra interesante lección habla de la novela en África y, en otra, de su hermana monja y sobre la relación entre las humanidades y la religión a lo largo de la historia. «El problema del mal» se queda un poco en anécdota, pero es interesante el debate que plantea sobre si el escritor debe decir todo lo que le venga en gana; sobre la responsabilidad moral e histórica del escritor.
A partir de ahí va perdiendo fuelle en capítulos extraños sobre los griegos, sobre mitología, sobre la muerte y el juicio final.
En Coetzee siempre encontramos perlas de lenguaje y de contenido profundo, ideas estimulantes y contrastes abruptos; sin embargo, en este caso, esos elementos no consiguen por sí solos levantar una novela que no me ha convencido por su estructura y por el interés decreciente de los temas que aborda.
Un 7.
Junio, 2017
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