Uno de los libros destacados por la crítica el año pasado, de ésos que salen en las listas y tal, y que me ha encantado, es esta sobrecogedora autobiografía que narra la lucha de una chica inteligente y curiosa por escapar de un contexto familiar opresivo y fanático (Idaho, Mormones), y del dolor que ese enfrentamiento le provoca a lo largo de toda su sorprendente evolución.
Es un libro impactante gracias, sobre todo, a su autenticidad (su palpable verdad interna), a su intensidad incesante y persistente (hay acción, desgracias y accidentes sangrientos a discreción) y a los carácteres complejos e impredecibles de sus personajes: el padre de familia -dueño y señor de un desguace/vertedero aciago, en transgresión flagrante y continuada de la más laxa noción de prevención de riesgos laborales –«mi padre siempre ponía la fe por delante de la seguridad «-, un tipo severo y cruel, «con su fervor encendido», capaz por otro lado, de inagotable tenacidad, abnegación y sacrificio; la madre herborista y comadrona -que por momentos parece representar la razón y el conocimiento, «…un programa riguroso diseñado por mi madre…», para acabar siempre sometida al radicalismo insensato de su marido-; el hermano mayor Shawn -violento, manipulador y peligroso-; Tyler, el hermano afín con inquietudes intelectuales; y sobre todo, Tara, la sufriente y escindida protagonista, que nos hace partícipes de todo su tortuoso debate emocional, llegando quizás, a ser algo reiterativa en algún momento (como única nota negativa).
Contrariamente a lo que al principio puede parecer, no es una historia de «niños salvajes»; de hecho tienen coches, ordenadores,… sólo que no van al colegio, ni al médico: los padres de Tara y de sus seis hermanos pretenden educarlos en casa, lejos de la perniciosa influencia del Gobierno, de la sanidad pública, del laicismo, del comunismo, del progreso y la civilización…en principio con buena intención, buscando la coherencia con sus valores espirituales, pero imponiendo en realidad una ideología atávica, ultraconservadora y despótica, y un modo de vida durísimo, insalubre, e inaceptable para unos niños: cuesta creer que sobrevivan. Es por tanto una historia de enfrentamiento universal entre razón y conocimiento contra tradición y superstición, y, en este sentido, contiene un montón de ideas y reflexiones interesantes sobre temas morales, pedagógicos y religiosos, y también sobre temas más sociales y candentes como el feminismo, el antisemitismo, la Historia y los historiadores, etc.
El título es muy acertado y condensa bien su intención: la de expresar el desgarro interno que le supone a la protagonista aprender a pensar por si misma, eligiendo con ello oponerse a las enseñanzas y estrictos valores de su familia («No saber a ciencia cierta, pero negarse a rendirse a aquellos que afirman poseer la certeza»), debiendo renunciar incluso a su amor, cobijo y compañía. Lo que se proponen los padres es una educación alternativa, si fuera cierto que lo que persiguen es la educación, ya que pronto queda clara la negligencia, la falta de voluntad y de medios que ponen para ello, y que más que una apuesta educativa es el intento de consolidación de una estructura familiar represiva y abusiva, anclada en valores ya obsoletos e irracionales, e instigada, en gran parte, por las deficiencias y patologías mentales del padre de familia («depresión, manía, paranoia, euforia, delirios de grandeza y persecución (…) está describiendo a mi padre»). Es, sin embargo, llamativo y contradictorio como la vida misma, el hecho de que, en cierto modo, la educación propugnada y practicada por esos padres obsesivos obtenga, en última instancia, unos resultados tan brillantes, haciendo de Tara una destacada intelectual (a costa de un sufrimiento emocional y moral inasumible), capaz además, de elaborar un relato sobre sus vivencias tan bien estructurado, interesante, vivo y rico. Llama también la atención el hecho de que sus hermanos Richard y Tyler (que no fueron al instituto) muestren también un interés tan grande en acceder a una educación académica.
Su estilo se caracteriza por ser franco y espontáneo, por un discurso a base de frases cortas y vigorosas que contiene gran densidad temática -en cada capítulo pasan muchísimas cosas- , por una afortunada exactitud y precisión en el vocabulario y la adjetivación («Limité el tema, lo hice académico, específico»), por un uso gráfico y dinámico del realismo sucio, sin huir de un cierto lirismo geográfico y paisajístico, y por una voluntad de no caer en extremos sentimentales ni sensibleros, aunque a veces se permita desbordamientos catárticos.
«Podría llamar a esta autonomía de muchas maneras. Transformación. Metamorfosis. Falsedad. Traición. Yo lo llamo educación.»
Més llibres. Un 9.
Autobiografía pedagógica.
Jueves, 26 de Diciembre, 2019
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