“Le habían sacrificado a la Patria. No le quedaba más consuelo que el de serntirse orgulloso de su sacrificio”
Ya ha tiempo que había leído que lo que escribió este señor sobre la guerra civil era de lo mejorcito en la materia, opinión que suscribo totalmente. Otra consideración previa en la que se insiste ya desde la intro y desde el jugoso prólogo gira en torno al controvertido posicionamiento político del autor y a su espíritu libre, lo que te pone en la tesitura de esos cronistas incomprendidos y vilipendiados en su momento por su independencia ideológica y su falta de adhesión a alguna de las opciones políticas enfrentadas (Larra, Baroja), acusados por los unos y por los otros: desde esa delicada posición, Chaves reparte saranana por igual entre ambos bandos, ilustrando con sus crónicas implacables su idea sobre la crueldad absurda e injustificable de la guerra que fuerza al pueblo, al ciudadano medio (la sangre de los inocentes) a emociones y comportamientos más allá de lo humanamente soportable; sea cual sea el bando al que pertenecen, los personajes se muestran como marionetas ciegas en manos de una maquinaria desquiciada –cuyo motor eran las ideologías foráneas del comunismo y del fascismo-, empujados por ella a cualquier atrocidad loca o acto de heroísmo estéril. Los relatos que forman este volumen describen pues las desdichas de diversos protagonistas en situaciones límite, durante los primeros años de la guerra civil, con variados y elocuentes puntos de vista que muestran sin embargo un fondo común de personalidades apabulladas ante una barbarie que les sobrepasa.
Hace bastante hincapié en la falta de medios, de cultura y de preparación para el enfrentamiento militar del bando rojo, de las milicias, así como en la progresiva corrupción de los crecientes subgrupos descontrolados (en especial en el relato “La columna de hierro”) que desde ambos bandos dinamitan la ya más que discutible justificación política de la contienda. Aunque el autor en principio era de talante más bien liberal y fiel a la república que era el gobierno legítimo, se muestra muy crítico con el bando rojo y sus métodos sanguinarios durante el conflicto, en ningún caso se posiciona a su favor. El bando franquista no le merece mejor opinión, pero rebusca entre sus toscas huestes pequeñas disidencias que insinuen un destello de su humanidad oculta.
Chaves, ya por entonces reputado periodista y escritor solvente, escribe con profesionalidad y pericia con un estilo realmente trepidante y crudo, poniéndote en la piel y la mente de sus atribulados personajes, sin escatimar en detalles brutales que salpican y duelen –asegura que todas las historias están basadas en testimonios anónimos reales-, con un discurso inmersivo, abduciéndote realmente con su abrumadora intensidad y su indudable verismo. No sales indemne. Normalmente no me mola mucho el formato relatos breves, pero en este caso casi agradeces que acaben, una tregua.
¡Massacre, massacre!:
“La capacidad de emoción, limitada, exige también economías. En la guerra no se administra el sentimiento con la misma largueza que en la paz”
“Es el miedo el que da la medida de la crueldad”
“…con la cautela y la doblez típicas del comunismo”
La gesta de los caballistas:
“El pueblo (…) siempre es cobarde y cruel. Se le da el pie y toma la mano. Pero se le pega fuerte y se humilla. Desde que el mundo es mundo se ha gobernado así, con el palo”
“Ellos, los rojos, tienen su idea y por ella se hacen matar; los nuestros, no; van a donde el señor marqués les manda”
El tesoro de Briesca
“Empezó a pensar que, cuando los hombres podían ser inmolados en masa con tan inhumana indiferencia, lo menos que podía pasar es que pereciesen también sin duelo las obras del espíritu que no sirvieron para evitar semejante barbarie”
Los guerreros marroquíes:
“No importa; iremos detrás de los milicianos y cuando caiga alguno cogeremos su fusil y seguiremos luchando.”
“Porque, en realidad, la exhibición de los moros prisioneros no provocaba una gran irritación contra ellos. El buen pueblo de Madrid consideraba a los moros –que hubieran podido entrar a sangre y fuego por sus calles y plazas- como a instrumentos inconscientes del mal que hacían”
¡Viva la muerte!
“Era Paco Citroen un curioso producto de Celbiteria, que cifraba todo su orgullo en ser más cerril e incomprensivo de lo que en realidad era. Su gran devoción era el casticismo”
Asteroide, un 8.5.
Crónica bélica españolísima
Jueves, 29 de Julio, 2020
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