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“Dog Soldiers” Stone, Robert

 Emblemática novela de acción sobre el tráfico de narcóticos, precursora de tantas otras obras -sobre todo de tantas pelis- que tienen como tema central la guerra de Vietnam y sus consecuencias desde una postura crítica y completamente desengañada. Con agilidad e innegable desparpajo nos relata el desastroso trapicheo que pretenden llevar a cabo los tres protagonistas: Converse, periodista bastante pringado (“el hombre más acojonado del mundo”) confía a Hicks, marine medio psicópata y pasado de vueltas (“aquel arlequín siniestro que olía a muerte”) el transporte a EEUU tres kilos de heroína pura que deberá entregar a su novia Marge, madre de su hija, irresponsable y yonqui vocacional (“-Calentorra. –Ella negó con la cabeza. Hicks volvió a pasar la mano por el culo de Marge, que se estremeció-. Lo eres. -Sí.”).

Ya desde el primer momento se ve que la cosa va a ir mal, y efectivamente pronto se verán inmersos en una persecución implacable y alucinada (se ponen finos a la menor ocasión) por parte de un montón de tipxs chungxs. El relato es muy dinámico y tenso y describe un ambiente turbio, claustrofóbico, malsano, como de pesadilla opresiva o de mal viaje. Un ambiente enfermizo determinado por la situación de corrupción y de descrédito de las misiones militares y la política norteamericana, por los últimos estertores de la filosofía flower-power, también pervertida y desprestigiada (“Tenía algo de esa ceremoniosa beatitud de saludo hippie, una aceptación descerebrada de la unión de las almas”) y por el tráfico y la adicción a los psicotrópicos, con especial hincapié en las delicias y las miserias de la heroína (“Paseando con el rey. La Gran H. Si Dios hizo algo mejor nunca lo dijo.”).

Acción a raudales, personajes al límite, vomiteras y sudores fríos.

 Me sabía un poco mal decirlo, hasta que leí una crítica en Jot Down en la que básicamente la tacha de desfasada. Rompedora en su momento pero superada por sus sucesoras. Y sí, seguramente toca una temática a día de hoy sobreexplotada que atenúa el factor sorpresa que podría producir. Tampoco ayuda el tener la expectativas demasiado altas. Por otro lado, su estilo nervioso y coloquial, me ha resultado un poco difícil de digerir y disfrutar, en parte por unos diálogos llenos de sobreentendidos, alusiones veladas, elípsis y chulerías varias, como si el lector estuviera en el ajo. Diálogos que me han sugerido a Tarantino, o Graham Green, que gustan de oponer lo inocente a lo brutal, lo trivial a lo horroroso, con momentos muy vivos e ingeniosos, pero con otros más encriptados.  Y por último, y quizá esto entre dentro del terreno de manías personales, el componente alucinógeno no me mola mucho, en general, me cansa (del mismo modo en que no me interesa demasiado lo sobrenatural, o lo onírico).

No me arrepiento de haberla leído, la recomendaría, sé que gusta, pero sinceramente no puedo decir que la haya disfrutado mucho.

Malastierras. Un 7.5.

Narco thriller.

Sant Cugat, 9 de octubre, 2020

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