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“Hombres que caminan solos” Carnero, Jose Ignacio

Tras un inicio un tanto indeciso, pronto consigue ganarme para su causa: la secuencia del accidente automovilístico en Marruecos (“eran carreteras estrechas, mal asfaltadas, de angostos arcenes y profundos socavones”) es casi punto por punto igual al que sufrí yo mismo en mi lejana juventud, y “Lost in translation” (citada con entusiasmo por el protagonista) es también una de mis pelis favoritas. Vamos bien.

“Hombres que caminan solos” es un libro auto y metaficcional sobre la depresión que, paradójicamente, me ha resultado muy divertido. Divertido y muchas más cosas. Carnero describe con ingenio y elocuencia un montón de experiencias más bien dramáticas relacionadas con su patología, con su familia –especialmente su padre (“él es un hombre antiguo, lleno de silencios”)– y con sus relaciones, intercalando anécdotas curiosas y gustosas, con pulso vigoroso, sin renunciar a reflexiones profundas, emotivas y sobre todo sinceras (o al menos lo parecen)

Un ejercicio de “literatura del yo” –en sus propias palabras- que revela a un autor honesto y un poco malévolo (“mientras escucho y tarareo esos himnos militares que antes procuro memorizar”; “había allí una mujer que cantaba, o recitaba, nunca me quedó claro, una especie de coplas relacionadas con el hecho de envejecer. Debía ser una coach de jubilados”) que va desnudando sus interioridades sin pudor y mostrando una suerte de vulnerabilidad digna que fomenta la empatía hacia su personaje. En cuanto a su estilo, el mismo lo define como “torrencial” y es, desde luego, abundante y frondoso, sin llegar a verborreico, conjuga lo cercano con lo profundo siempre desde un enfoque accesible. Sin complicaciones pero inspirado; he subrayado muchas frases.

Insiste en la idea de la literatura como redención, como exorcismo, y de la depresión como fuente de inspiración (“estoy bien así, porque conozco las paredes, los límites y el contorno de ese miedo en el que habito”; “no quiero curarme porque creo que, si lo hiciera, no sería capaz de crear nada bello”).

Simpáticas referencias literarias y al contexto de la cultura popular “Quizá estuviéramos en una novela de Chirbes” “Si es que hay dos Españas son estas: la de las autopistas y las de las carreteras nacionales” “Parecía un viejo detective que se enfrenta a su último caso”.

Dos peros: uno, la estancia purificadora en Buenos Aires, que queda un poco deslavazada, falta de propósito; dos, no hace apenas alusión a su trabajo, cómo y cuándo lo compatibiliza con su depre y con su ocio.

Sobre la literatura y la depresión:

“escribir es eso: engañar a los demás, fingir ser otro siendo el mismo, pasearse disfrazado por la ficción”

“sé que me dejé caer para después contarlo. Quizá en esto se resuma toda la historia de la literatura: en una fascinación por los abismos”

“la felicidad se repetía, pero el sufrimiento estaba lleno de matices, tonos y rincones que quería visitar. Así de perverso, así de simple”

“su análisis, atrabiliario e insólito”

Sobre su padre:

“No concibe ni la belleza ni la emoción del arte. Es un hombre pragmático”

“Cuando me voy a alguna ciudad lejana, siempre me dice que eso no es viajar. Viajar es conducir”

“-No podía hablar –dice de pronto mi padre-, pero le di la mano y me la apretó con fuerza”

“ver a aquel hombre de casi ochenta años pisar la tierra virgen de la delicadeza”

Sobre las drogas legales e ilegales:

Dicen que en la sesión de ayahuasca el trabajo lo haces tú solo, que la sustancia únicamente te ayuda (…) Aquí, en el llamado mundo civilizado, los medicamentos funcionan por sí mismos; no necesitan de un proceso del que formes parte; son pastillas que tragamos y que, sencillamente, funcionan.”

”Pero hombre, Aitor, me refería a que no bebieses durante unos meses«

“los sesenta fueron la década de la marihuana; los setenta, la del LSD; los ochenta, la de la heroína; los noventa, la del éxtasis y otras drogas de diseño; y los 2000, la de la cocaína, ahora nuestras drogas son el MDMA y los ansiolíticos (…) el MDMA nos ayuda a paliar la falta de comunicación y de interés hacia otras personas, y los ansiolíticos nos ayudan a tranquilizarnos”

Sobre la sociedad tecnológica:

“Mi ordenador sabía más de mí que mis propios amigos”

“no me acuerdo de cómo era la seducción antes de Tinder”

Sobre el amor y el deseo:

“Hay quien habla de la guerra del deseo y de la paz del amor”

“esa parte de sombra intensa y secreta de la que siempre nace el deseo”

“Puedes ser muchas cosas, un narcisista, un maleducado, un delincuente, pero nunca un tapón”

“Se veía de lejos que dominaba los códigos de una antigua forma de seducción”

Random House. Un 8.7.

Autoficción depresiva

Sant Cugat, 20 de abril, 2021

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