Me ha parecido una enorme parodia de la autoficción moderna: no es que los hechos le dicten la historia, sino que, más bien al contrario, parece perseguir, casi exprimir los hechos para construir un relato y describir el proceso, explicitando sus mecanismos de un modo muy sarcástico. Una construcción metaliteraria para alimentar la autoficción. Mucho más el cómo lo cuenta que lo que cuenta. Incluso el cómo construye lo que cuenta.
Lo que cuenta es la infancia del autor en un pueblo de Almería pegado al aeropuerto en el que vive sus primeras correrías, magnificadas y confundidas por la perspectiva del tiempo y por la reconstrucción selectiva y engañosa de la memoria.
Cómo lo cuenta: en un al menos doble juego temporal, explora la historia desde distintos ángulos y confunde de forma deliberada la ficción con la realidad con el objeto de focalizar la atención sobre el propio proceso creativo
(«Y en este afianzamiento de la primera persona, el lector ha empezado a confundir la ficción con la realidad, cuando le interesante y genuino habría sido que alcanzase la realidad a través de la ficción»).
Para ello socava continuamente la veracidad de su relato
(«Lo relevante era la cuestión narrativa, y, en ningún caso, el mayor o menor grado de veracidad de los hechos«),
fingiendo improvisar, componer sobre la marcha
(«he creído más conveniente dedicárselo a otra cuestión que, en principio, pudiera parecer ajena la historia, pero que, en mi opinión, nunca sé si precipitada, proporciona esa profundidad de campo por la que todo escritor suspira»),
y alternando los capítulos de chicha con otros en los que diserta e ironiza sobre los usos y costumbres de la literatura moderna
(«De un tiempo está parte, no está bien visto que el escritor haga uso del narrador en tercera persona. No estoy diciendo que ya no se emplee. Lo que digo es eso, que no está tan bien visto»).
Un poco complicado y arriesgado, pero consigue con éxito (no sé si diría tanto como “se sale airoso”) su objetivo, creando un artefacto de lectura densa e intrincada que pide la complicidad del lector manteniéndose al mismo tiempo fresco y cercano, huyendo de lo grandilocuente y de lo opaco
(«…los casos en que escritores, críticos, estudiosos y editores se acaban poniendo estupendos y nos cuentan que en tal o cual novela el protagonista es la ciudad, o la atmósfera, o el tono de la narración»)
He encontrado los diálogos un pelín excesivos, demasiado trabados por malentendidos, atropellados, de una vivacidad algo forzada, interruptus.
Me ha recordado a varias cosas recientes: a Carnero, en la manera de buscar la complicidad del lector, de jugar e ironizar con el motivo de la historia
(«Comencé a notar chispazos de euforia, sabedor de que ya me encontraba en el corazón de mi próximo libro»)
a «Soldados de Salamina» –referencia obligatoria por mi parte; como digo, tiene gracia que, a diferencia de en aquella, en esta parece que el autor persiga la historia, que busque extraerla de dónde y cómo sea, más que esperar a que le sea desvelada-
(«Las preguntas que necesita cualquier libro para sostenerse»)
También, curiosamente, a “Sapiens”
(«todas las personas, incluidas las escépticas, necesitan compartir historias (..) Eso las hace cooperar en el sentido más amplio de la palabra.»)
Y por último, a varias novelas actuales de puretas rememorando sus hazañas de juventud con la cuadrilla (“Miss Marte”, “Revancha”, “Simón”…) aunque con esa complejidad de capas que la hace especial.
(«aquella escena tenía la apariencia de un fotograma dañado por el paso del tiempo»)
Un libro original y trabajado, lleno de recovecos y pasadizos, que no creo haber sabido descifrar en su totalidad.
«Bueno , la gente tiene una vida, ya lo sé, y a veces , bastante complicada por el déficit de atención de los hijos y el chantaje emocional de los padres»
«un golpe de tos que se desmigajaba en el pecho de alguien»
«…un inventario de boticario, un diccionario de plantas medicinales, el diario de un espiritista, un epistolario de dos arciprestes que se amaban y una interminable colección de milagros obrados por Jesucristo Nuestro Señor en una zona muy concreta de la serranía de Guadarrama»
“el paso de la Prehistoria a la Historia vino determinado por el origen de la escritura. Y la llegada a la Historia moderna, por la pandemia de la lectura»
«libros sepultados entre libros que nunca dialogaban entre sí. Solo se aplastaban, se golpeaban, se empujaban en los anaqueles y en las mesas de novedades»
«¿o, por el contrario, las bolas habían comenzado a golpearse sin orden aparente?»
«Sobre la tarea de escribir (…) «Uno puede hacer lo que le plazca; sin embargo, todo importa»»
«hablar de manipular siempre simplifica la realidad»
«Cuando estoy viendo en la televisión un programa de preguntas y conozco las respuestas, nunca las digo en voz alta»
» todo el mundo, tarde o temprano, conoce el miedo, que es una emoción que nos ayuda a seguir vivos, que es una reacción bien organizada de nuestro cuerpo»
Seix Barral. Un 8.5
Metaficción militante
Jueves 29 de julio, 2021