Creo que la gracia de este libro está en conjugar un estilo tierno, cariñoso, fresco, sabrosón y cadencioso con el relato de unos hechos muy duros y detestables. Hablamos otra vez de maltrato y sí, de machismo.
Lucía es una joven que estudia en New York, donde comparte un piso precario e insalubre con otra estudiante
(11 «La señora Pokorny, su casera, limpia los espacios comunes con agua puerca»).
Allí se hace muy amiga de Juliana, una colombiana dicharachera
(123 «Extraña las pastillas de las fiestas bogotanas, una pepa y toda la noche bailando, marica, tan sabroso»)
que mantiene una relación con un profesor mucho mayor, un auténtico capullo que la humilla y maltrata, y que agriará totalmente su carácter
(78 «Si no será que el profesor tiene razón y ella por cualquier cosa chilla, si no es verdad eso de que otra chingada vez ella está saliendo con uno de sus dramas de chamaquita pendeja para los que él no tiene tiempo ni paciencia»).
La relación entre Juliana y el profesor (que me recuerda mucho al Gabriel Matzneff de “El consentimiento”) hace rememorar a Lucía los malos tratos recibidos en su infancia mexicana y, sobre todo, la normalización de esos comportamientos abusivos y atávicos
(90 «Al menos así era en casa de Lucía. Conforme avanzaba la tarde, es cierto, la música y los digestivos daban pie a otros escándalos, pero en principio no se necesitaba utilería para la convivencia, solo un poquito de chupe y música para ambientar»)
Aun conociendo los síntomas, síntomas evidentes, y la deriva amenazante que toma la relación de su amiga, Lucía se ve incapaz de ayudarla; como a menudo pasa en estos casos, Juliana no se deja ayudar y el entorno tampoco lo facilita
(95 «No hay que meterse, mija. Esas son cosas de enamorados, no hay que meterse porque luego la agarran contigo y para qué quieres»).
En medio de esta situación, el padre de Lucía, ya anciano e impedido, aunque me parece a mí que poco merecedor de compasión, reclama su asistencia desde México, lo que pone en peligro su carrera universitaria y sus frágiles relaciones con su vida independiente; la obliga a elegir
(50 «Una tiene que dolerse un poco si la llaman un día cuando está fuera del país tan contenta, viviendo literalmente del cuento, pagando la renta con esa literatura que no le iba a dar nunca un peso pero que al final le dio una beca y se la llevó lejos por fin de todo aquello, una tiene que poner el grito en el cielo si después de un año de caminar sobre las nubes o sobre la nieve o sobre la Quinta Avenida, suena el teléfono y es la tía Malena que dice mi hijita, cómo estás por allá, cómo van tus estudios, hay mijita, es que fíjate que te tengo una noticia bien fea»).
En palabras de la propia autora (según creo), el libro pretende “entender cómo hace la violencia para disfrazarse de amor y esconderse precisamente ahí donde, se supone, no debería estar”
A pesar de su tema doloroso, es una novela de agradable lectura, con encanto, muy viva y colorista, breve y concentrada, con muchos puntos de tensión y un desarrollo convincente.
155 «escuchar poemas con ecos chilenos, fragmentos de novelas colombianas, crónicas que hablaban en espánglish de Perú o de Venezuela o de la República Dominicana»
160 «Anyway, muchos issues, el padre ausente desde siempre, madre dominante y narcisista… con poquito que uno sepa de psicología ya saca la cuenta»
Asteroide. Un 8.
Drama/ Violencia de género
Miércoles, 13 de abril, 2022
Deja una respuesta