«Así es la mano que escribe: una mano que para hacerse comprensible miente. Una mano que al final siempre traiciona un poco»
Tercer y último (por el momento) novelista cántabro/a del miniciclo. Se trata de un novelón muy currado de costumbrismo nostálgico en el que el autor pretende repasar las vidas de sus ancestros a lo largo de muuuchas generaciones. Una exuberancia temporal que se circunscribe sin embargo en lo espacial al humilde municipio de Toñanes, la localidad próxima a Santander donde veraneaba en su infancia y de donde procede gran parte de su familia.
Propósito ambicioso que el autor acomete con empeño, con mimo y con riesgo, ya que su método consiste en alternar continuamente, a menudo dentro de la misma frase, las historias de los muy diversos planos temporales, entremezclando a sus protagonistas, cortando, yuxtaponiendo y reanudando más tarde los relatos de sus vidas pintorescas. Dada esa dificultad formal, es de agradecer que las historias y anécdotas que selecciona sean amenas, curiosas, interesen… cosa que afortunadamente ocurre.
Antonio Collado, lobo de mar; el párroco tentado por los fósiles; el doctor y el Monstruo; Juan y Juliana, y sus bebés muertos; Higinia vs. Manuela: odio ancestral; Luis, Teresa y los desencuentros… Y el niño de los dinosaurios -que entiendo que es el autor- y su familia ochentera: el relato de las angustias de sus padres por los riesgos del embarazo, tema este que vertebra un poco toda la obra.
No es el tipo de lectura que apetece, por ejemplo, después de cenar (al menos a mí). Requiere concentración: has de dedicar un rato a sumergirte en su discurso hipnótico. Pero si te lo curras un poco, se produce el paso ese mágico, inconsciente, en el que entras en la historia, te dejas arrastrar por el torrente de sus palabras desbocadas, y ya todo fluye.
Me ha costado un poco, pero me ha dejado muy buen sabor de boca.
78 «Ahora papá le pedirá que le muestre el lugar exacto donde lo encontró. Le exigirá dibujos, detalles, explicaciones. Pero en lugar de eso, se pone otra vez los guantes y le dice: ¿Qué, me ayudas a vaciar la segadora?»
115 «A comer y a cantar canciones y luego yo no sé si habría verbena o qué habría»
125 «La infancia termina precisamente aquí: en este día y en este lugar en que el niño finge creer las mentiras de los adultos»
165 » -No me duermo, Juan. Tú dime las cosas esas. -¿Qué cosas? -Las que me decías contra los sacos del molino…»
204 «…algunos ingenieros equipados con chalecos reflectantes pululan entre los barracones oxidados y las vagonetas descarriladas, como fantasmas soñados por los mineros muertos»
262 «Comer con las manos: bien. Comer con las manos: mal. Masticar con la boca abierta: no. Hincar los codos en la mesa: no. Hincar los codos en el escritorio: sí»
521 «Teresa detenida en mitad de la campa como escuchando el pasodoble con una sonrisa remota. Frente a ella, Luis y Teresa bailando todavía ese mismo pasodoble, sin pensar en nada: los ojos cerrados, como si soñaran. Porque bailar, piensan ambos al unísono, se parece un poco a a olvidar; bailar en algo recuerda a soñar «
526 «en los últimos tiempos de su enfermedad el cuerpo se le engarrotó y retorció de maneras monstruosas, y en sus desvaríos espumarajeaba furiosamente, con los ojos tornados repentinamente blancos, y junto con los salivazos iba soltando latines invertidos, oraciones sin Dios, catecismos despiadados, imploraciones a santos nonatos, y aun cuajarones de frases en otras lenguas…»
Seix Barral. Un 8.3
Costumbrismo transgeneracional
La Floresta, jueves 16 de febrero, 2023
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