«Una cabeza cercenada» Murdoch, Iris

 Cuando Martin vuelve a casa tras una cita con su amante, encantado con su vida licenciosa, Antonia, su mujer, le suelta de repente que se ha enamorado de su psicoanalista, Anderson, por quien nuestro protagonista siente, además, una inquietante afinidad si no atracción. Por una serie de circunstancias, el trío decide llevar la situación de manera civilizada, y prácticamente convivir, de modo que Martin se ve relegado a una situación de aquiescencia cómplice confortable e indigna. Y frustrante, porque resulta que ahora está de nuevo como loco por Antonia. La cosa aún se va a complicar mucho más cuando su hermano Alexander le anuncie su próximo compromiso matrimonial (no diré con quién) y Martin pierda los papeles delante de Honor, la severa hermana de Anderson…

 Me he divertido mucho con esta novela, que además del salseo, es aguda e incisiva. Narrada en primera persona, el protagonista se nos presenta orgullosamente cínico y vividor, hasta que la sucesión de acontecimientos, todos esos giros que escapan a su control, lo van a ir convirtiendo en un personaje desesperado, ridículo y violento.

 Creo que es un libro que escrito ahora despertaría muchas antipatías por su tratamiento trasnochado de las relaciones y los equilibrios de poder masculino-femenino; hay que entenderlo en su contexto y desde una cierta condescendencia. A mí me ha parecido un divertimento inteligente.

 El lenguaje es literario, exquisito diría, aunque sin ser demasiado exigente. Había oído hablar muy bien de la autora, a la que casi seguro volveré.


26 «La amaba con un regocijo agreste e indecente y también con una cierta brutalidad jovial, ausentes ambas expresiones en mi relación, siempre más decorosa, esencialmente más dulce, con Antonia»

30 «De hecho, en aquel momento era feliz con una infundada e irreflexiva alegría que no regresaría con esa particular característica de inocencia degenerada nunca más en mi vida»

41 «Había metido la cabeza de lleno en el ronzal que, con amabilidad, preocupación e incluso afecto, me sostenían. Para ellos era importante que los disculpara moralmente, que les evitará la necesidad de ser despiadados (…) La psique es cosa extraña y tiene sus propios métodos misteriosos para restablecer el equilibrio. Busca automáticamente su provecho, su consuelo. Es casi por completo una cuestión mecánica, y los modelos mecánicos son los mejores para comprenderla»

45 «Fue más tarde cuando llegó el dolor, un dolor oscuro y confuso en extremo, como el que induce alguna privación de la infancia»

120 «Empezaba a asentarse de nuevo la niebla. Una bruma de un amarillo sulfuroso rodeaba las farolas de Pelham Crescent imponiendo su propio toque de queda infernal, y mis pies dejaban en la acera huellas húmedas y pegajosas»

133 «Eres como un vacío al que se precipitan las interferencias»

163 «Miré la cabina y pareció adquirir un peculiar y repentino esplendor, como del que se dice que se invisten los objetos más humildes a ojos de quienes aseguran haber experimentado la constatación de la existencia de Dios e contingentia mundi»

165 «Inevitable parecía ahora sin duda Honor, inmensa en mitad de mi camino como el mismo horizonte o las alas abiertas de Satán»

193 «Antonia estaba en la ventana. Parecía tranquila. Con las manos a la espalda y la cabeza hacia delante, me analizó y su cara cansada se animó con una suerte de interés socarrón y provocativo. Debía de haberle gustado que le pegara a Palmer. Tal vez si lo hubiera hecho el primer día, todo habría sido diferente»

212 «Yo miraba a Alexander. Su cara, que parecía un poco más endurecida y de una juventud absurda, tenía la mirada aturdida y desquiciada que proviene de un comportamiento temerario o de la felicidad»

224 «La llegada de la trenza había tenido la elocuencia contundente de un símbolo en un sueño, pero no era necesario aplicarle una lógica de pesadilla»

235 «Únicamente recuerdo un brote de euforia asociado a la certeza de lo que estaba a punto de hacer. En plena hora punta, el dios que protege a los borrachos cuidó de mí»

257 «El amor extremo tiene un apetito voraz. Es también cierto que, por alguna metamorfosis que desencadena su propia violencia, es capaz de sobrevivir alimentándose casi de cualquier cosa»

Impedimenta. 8.3

Vodevil psicológico

La Floresta, martes 14 de mayo, 2024

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