Leer –y releer– a Auster es casi siempre un enorme placer: es un autor que consigue un equilibrio ejemplar entre la magia de sus historias y el modo de narrarlas.
El protagonista de esta novela, Marcus Stanley Fog, es un joven desarraigado y disfuncional con muy frágiles relaciones familiares y afectivas (el gran tio Víctor!) al que una involuntaria pero inexorable búsqueda de su identidad y de sus raices familiares lleva a vivir situaciones extremas, que lo arrastran desde el vagabundeo e inanición por Central Park hasta el descubrimiento de personajes increíbles de la América profunda (Utah, Colorado,…) envueltos, a su vez, en increíbles historias. La trama fluye de manera casi perfecta, plagada de acontecimientos estimulantes y giros inesperados.
Hablando del estilo, todo está en su sitio, no falta ni sobra nada. Es certero, sencillo y directo, pero reflexivo y profundo; asequible, pero rico y repleto de aciertos y frases para subrayar. Es conciso y equilibrado, de un discreto lirismo apenas esbozado, sugerente, nada exagerado ni disparatado, aunque este lleno de detalles mágicos, llamativos, extravagantes, y de personajes complejos y elaborados, que sufren una evolución casi siempre sorprendente (Effing, Zimmer, Tom, Kitty-Wu,…).
Presenta todos sus temas estrella: la soledad, el azar y la casualidad, New York, la literatura, los viajes, los personajes en caída libre…
Una gozada. Un 9.
19 de Noviembre, 2018
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