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“Las palabras que te guardan” Serrano Molinero, Paloma

El padre de la narradora vive sus últimos momentos en el hospital, víctima de un cáncer irreversible. A pie de cama y con los sentimientos a flor de piel, su hija entabla con él una especie de conversación íntima a base de recuerdos comunes teñidos en esta amarga tesitura de ternura y de nostalgia.

Entiendo la novela en clave autobiográfica (aunque no quisiera confundir al narrador con el autor) y también como una despedida. La autora evoca con añoranza los momentos compartidos por la familia durante la infancia, una vida itinerante que los llevó a vivir largos periodos en Puerto Rico, Brasil y Perú. Un repaso por aquellos momentos en los que una vez pasados nos damos cuenta de que entonces fuimos felices y quizá no lo sabíamos.

De esas estancias en los países latinoamericanos hace unas descripciones muy vivas y dinámicas, llenas de color, exotismo y sabores. Una visión seguramente privilegiada de esos lugares -debido a la desahogada economía familiar- que deja entrever, no obstante, la tensión peligrosa de algunos de ellos («En Brasil morían más personas por homicidios que por accidentes de tráfico») y que apunta hacia la necesidad de mantener ciertos arraigos básicos. Y es ahí donde recuerda emocionada la presencia reconfortante de sus padres más allá de los cambios de escenario, siempre una constante, un ancla.

La novela se desarrolla sin sorpresas ni sustos, construida con frases cortas y directas, un lenguaje sencillo y cercano, alimentado por el cariño, y un cuidado equilibrio entre la emoción y la serenidad.

Como notas negativas desde mi gusto personal: me ha faltado algo de contraste, claroscuros, malicia. Y me ha sobrado un poco de… pijería: colegios angloamericanos, campos de golf, asistentes varios.


«Yo me quedaba con todas las anécdotas grabadas. Luego se las pedía, como un bis a un músico»

«El arcén exterior era el felpudo de entrada a una gran explanada de barracas, casuchas, chabolas unas encima de otras, placas de aluminio, planchas de madera, cableados enredados, un puzzle imposible e interminable de ladrillos mal puestos»

«Mi adolescencia se manifestó con un aborrecimiento de todo»

«La felicidad no tiene que ser un concepto abstracto ni una experiencia trascendental. Puede ser corriente y de a pie, del día a día, sin grandes pretensiones; tangible»

«Los ojos no daban abasto para colocar cada imagen con su ruido y adjudicarle su olor»

«mantener una amistad que, probablemente, habría sido más cómodo dejar apagarse»

«como cuando uno lucha contra el despertar intentando sujetar la imagen, las sensaciones del inconsciente.»


Editoria Triacastela. Un 7.

Duelo y despedida.

La Floresta, miércoles, 28 de julio, 2021

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